Los que nos llevaron al infierno quieren vendernos un pasaje al paraíso
Para una franja importante de los argentinos, el
dólar no es sólo una variable económica. Cientos de miles de padres, antes de
interesarse o leer que el Jefe de Gobierno de la CABA, Mauricio Macri, limitó
el ingreso de alumnos -de sus hijos quizás- al preescolar o a la primaria,
buscan en su computadora o tablet la cotización de la moneda estadounidense,
aunque ese día, semana, mes o en ningún momento tenían pensado comprar o vender
un solo billete verde. Se piensa en dólar: es, además de económica, una
variable cultural. Y muchas veces, en los últimos cuarenta años hemos visto que
detrás del manejo especulativo de la divisa por parte del poder económico
concentrado y los intereses imperialistas, se escondían los golpes de mercado,
verdaderos ataques económicos que casi siempre terminaron en golpes
destituyentes de los gobiernos de turno.
Es también, sin duda, una variable política con la
que podemos explicar la conducta de la empresa anglo-holandesa Shell que compró
al banco HSBC (creado por los traficantes de opio ingleses, franceses y chinos
para lavar sus libras esterlinas después de la Guerra del Opio, en 1865) tres
millones y medio de dólares a $ 8,70 cuando la cotización en ese momento era de
$ 7,20 por cada dólar. A la petrolera no le importaba la pérdida de casi cuatro
millones de pesos, sino disparar la suba del dólar de manera artificiosa hasta
los casi $13,00 que cotizaba en el mercado ilegal denominado, tan dulcemente,
blue.
Es una pulseada entre el gobierno nacional y los
grandes poderes económicos transnacionales y el único bando legítimo, digno y
justo en esa disputa es el del gobierno que le devolvió soberanía y justicia
social a nuestro país. Toda duda en esto es capitulación y entrega del futuro a
los intereses que nos llevaron al 2001.
Megadevaluaciones y Devaluación
Una devaluación implica la reducción del salario y otros costos reales para la economía que devalúa su moneda con el fin de “volverse más competitiva” y tiene un efecto directo en la redistribución de la riqueza. Eso dicen los libros que muchas veces no contemplan o distinguen en qué momentos se produce la devaluación, ni en qué medida, ni qué gobierno la lleva adelante, ni cuál es el contexto internacional.
Siguiendo las líneas directrices del FMI, de los
parasitarios intereses oligárquicos, de la usurera banca extranjera y de la
burguesía portuaria agroexportadora e importadora, en los últimos sesenta años
se produjeron las siguientes megadevaluaciones:
-en 1955, derrocado el Gral. Perón, se devalúa
un 80%;
-en 1958, triunfante Arturo Frondizi, un 347%;
-en 1962, con el Plan Pinedo un 29%;
-en 1971, con Lanusse como presidente, el 100%;
-en 1975, con el “rodrigazo”, un 719%;
-en 1980,
a la salida de la famosa tablita de Martínez de Hoz,
un 226%;
-en 1989
a las postrimerías del gobierno de Raúl Alfonsín,
un 2038%
y a comienzos del 2002, con el corralito vigente y
a la salida de la convertibilidad con Duhalde, un 214%.
La mera suma, sin potenciarla, da la escalofriante
cifra del 3753%. La devaluación del peso del 23 enero pasado -que la prensa
monopólica de Buenos Aires comparó con el “rodrigazo”- rozó
el 20% y no se trata de
ninguna manera de un ajuste que se quería dejar para que lo acometiese el
gobierno venidero. Se trata en realidad de una reorientación de algunas
variables económicas y una corrección a medidas que no dieron el resultado
esperado (restricciones a la compra de dólares, blanqueo de capitales fugados
durante décadas, etc). Curioso es también que, desde la derecha a la izquierda,
se recuerde al lamentable “rodrigazo” y se olvide la escalofriante
devaluación de Alfonsín que se menciona más arriba y que ocurrió mucho más
cerca de nuestros días. El olvido, -que siempre es una forma de la memoria,
como dice Martín Fierro- se basa en el cerril antiperonismo de la oposición y
los medios que la fogonean y le dan letra.
Algunos de estos grandes medios, que ligaron sus
empresas a la soja y su exportación, sostienen que estas medidas son un
“parche” que llega tarde. Si lo fuera, será siempre menos
perjudicial que una receta del FMI a tiempo.
¿Hay un escenario complicado para la economía argentina?
La respuesta es afirmativa y se explica porque el escenario económico es complicado para las potencias, como EE.UU de Norteamérica y Japón o para países del sur de Europa así como para el resto de las economías llamadas emergentes, como Brasil, para poner unos pocos ejemplos.
Pero los sectores del privilegio económico ayudan a
complicar el panorama. Cuando la Presidenta
Cristina Fernández anunció el programa Progresar -que es un
nuevo derecho destinado a los jóvenes entre 18 y 24 años que no trabajan o lo
hacen informalmente, para iniciar o completar sus estudios en cualquier nivel
educativo, similar a las medidas que se tomaron en su momento a favor de los
desocupados, la implementación de la AUH y su extensión a las embarazadas, el
reconocimiento de los plenos derechos laborales a las empleadas domésticas, los
planes para turismo sin cargo para grupos familiares y jubilados o las becas
para formación y capacitación- surgieron los embates, los intentos de generalizar las
corridas bancarias y provocar, por lo menos, una devaluación del 100%. Es el
conflicto de clases que se manifiesta de esta forma
y en cualquier geografía, dentro del sistema capitalista.
Con relación a la adecuación del tipo de cambio, el
titular de la
Federación Agraria, Eduardo Buzzi, declaró alegremente
que “los agricultores” decidieron
almacenar sus granos para no exponerse a los vaivenes de la economía local.
Traducido, quiere decir: retener la liquidación de la cosecha, especulando con
una megadevaluación, contribuyendo a la escasez de dólares en el país y a la
debilidad del peso y agregó, amenazante, que era una “buena noticia” siempre y
cuando no signifique una suba en las retenciones a los granos, pues “hay mucha tensión en el campo”.
Es incomparable la devaluación de hace 12 años del
214% -llevada adelante por muchos de los que hoy critican estas medidas, como
el insigne Remes Lenicov- con la actual del 20%.
Hasta el 2003, el país había sido desmantelado en
su estructura productiva industrial, a lo que se sumaba la baja cotización
internacional de los granos. Para mantener la convertibilidad, el uno a uno, no
alcanzó el remate vil de las empresas del Estado y se tuvo que refinanciar la
deuda externa a intereses muy altos, tomando más deuda para pagar deuda. Los
capitales golondrinas, que se aprovecharon por años de las altas tasas que se
pagaban, huyeron ante el derrumbe. La fuga de capitales (82 mil millones de
dólares) vació las arcas del Central y se dispuso la restricción al retiro de
los depósitos bancarios para los pequeños ahorristas, lo que se denominó
“el corralito”. Ese sí que era un cepo. Represión y muertes
cerraron, tardíamente, la década neoliberal.
“La
Argentina está quebrada. La Argentina está fundida. Este modelo en su agonía
arrasó con todo. La propia esencia de este modelo perverso terminó con la
convertibilidad, arrojó a la indigencia a
2 millones de compatriotas, destruyó a la clase media
argentina, quebró a nuestras industrias, pulverizó el trabajo de los
argentinos. Hoy, la producción y el comercio están, como ustedes saben,
parados; la cadena de pagos está rota y no hay circulante que sea capaz de
poner en marcha la economía” decía Duhalde
en su discurso de asunción a la presidencia interina, conceptos que olvidó,
como muchos de sus socios políticos.
Bajo los sucesivos liderazgos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández las
cosas han cambiado. La deuda que se multiplicaba año a año, desde 1976, cuyos
intereses erosionaban la economía del país, tuvo a partir de 2005 un proceso de
desendeudamiento importante, por lo que hoy el peso de los pagos de los
vencimientos de la deuda sobre el producto son los más bajos de la serie
histórica.
El rechazo al ALCA, a las imposiciones y recetas
del FMI y la nacionalización de las AFJP abrieron el camino de soberanía y
justicia social que hoy se respiran en nuestro país.
Capitalismo y anticapitalismo
El sistema capitalista se siente cómodo cuando es
gobernado por los defensores a ultranza de sus necesidades, que son las
ganancias sin límite por sobre los intereses de la mayoría de la población
(clases medias, trabajadores, etc). Prefiere sistemas políticos dictatoriales o
democracias domesticables. El conflicto de clases que se manifiesta en las
democracias del Sur y, sobre todo, de Suramérica es por la puja distributiva.
Por un lado los que quieren concentrar y atesorar la riqueza, sostenidos por
los grandes medios de comunicación que se convirtieron en meros aparatos
propagandísticos de las oligarquías financieras, y, por el otro, los gobiernos
democráticos surgidos para enfrentar la debacle neoliberal y garantizar una más
justa distribución de la riqueza, el derecho al trabajo, la educación, la salud
y la seguridad social.
Desde 2003, en el “duelo al sol” entre
unos y otros se está imponiendo la democracia con un sentido social, defensora
de los intereses nacionales y populares.
Pero la distribución de la riqueza con más igualdad
no cuestiona, aún, el modelo de acumulación capitalista. Como nos enseña
nuestra experiencia histórica, no viviremos otras décadas ganadas sin
profundizar la revolución en democracia, que será a costa de los intereses
económicos dominantes, avanzando hacia el cambio de la legislación financiera
heredada de la dictadura, para frenar la especulación de la banca extranjera y
aplicar nuevas formas de regularización del comercio exterior, para sacarlo de
las manos de las siete multinacionales.
La llamada incompetencia del Estado
Todavía tiene prensa, y gana la opinión de grandes sectores de las clases medias, la idea de la incompetencia del Estado, a pesar de la inteligente inversión de recursos que el gobierno llevó a cabo en los últimos años -en una compleja red de decisiones y avances graduales-, a favor del desarrollo económico, creando fuentes de energía, investigación en ciencias básicas y nuevas tecnologías que nunca hubieran visto la luz del día en procesos privados o individuales. Además se invirtió, de manera estratégica en la creación de puestos de trabajo y la ampliación de derechos para los sectores más vulnerables.
Bajo el impulso clave de las políticas de Estado,
que muchas veces parece invisible para la prensa oral, escrita y televisiva,
cientos de grandes, medianas y pequeñas empresas privadas crecieron como nunca
en nuestro país, se resolvieron los problemas sociales más acuciantes y se
respaldaron los avances tecnológicos más importantes.
En un momento en que la crisis internacional
comienza a afectarnos y nos plantea y exige redefiniciones, cabe preguntarse:
¿qué modelo quiere seguir el pueblo argentino?
No hay alternativas. Existe este proyecto, que es
el que históricamente trajo grandeza a la Nación y bienestar al pueblo o el de
quienes quieren hundirnos nuevamente en el desempleo, las fábricas cerradas, la
importación irracional y el endeudamiento externo.
La Corriente Causa Popular reitera
su apoyo al gobierno de Cristina Fernández de Kirchner en la seguridad de que
expresa los grandes intereses nacionales y populares. No tenemos sobre esto
ninguna duda.
CORRIENTE CAUSA POPULAR – MESA
NACIONAL
Luis Gargiulo (Necochea), Eduardo González
(Córdoba), Julio Fernández Baraibar (Cap.
Fed.), Ricardo Vallejos
(Cap. Fed.), Eduardo
Fossati (Cap. Fed.), Laura Rubio (Cap. Fed.), Juan Osorio
(GBA), Cacho Lezcano (GBA), Marta
Gorsky (Gral.
Roca), Andrea
Montenegro (Tucumán), Alberto Silvestri (Esquina), Magdalena García Hernando
(Cap. Fed.), Tuti Pereira (Santiago del Estero), Ricardo Franchini (Alta
Gracia), Liliana Chourrout (GBA), Oscar Alvarado (Azul), Ariel Mayo (Cap. Fed.),
Alfredo Cafferata (Mendoza), Omar Staltari (Bahía Blanca), Juan Faggio (Cap. Fed.),
Gabriel Claverí (Cnel. Dorrego), Rodolfo Pioli (Jujuy), Oscar Vallejos (Zárate),
Silvia Cardozo (Cap. Fed) y Horacio Cesarini (GBA).
Ateneo Arturo Jauretche – Jujuy
Buenos Aires, 29 de enero de 2014
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