Del extractivismo al tecno-feudalismo: cómo la memoria comunitaria puede desmontar el mundo unipolar
Cuando se
habla de un mundo unipolar, debe entenderse que el exterior e interior de una
nación constituyen una falsa antinomia. Para los poderes multinacionales no
existen barreras; cuando alguien intenta erigirlas, se despliega un arsenal de
medidas que dificultan cualquier intento de autonomía. Esta dinámica se ha
repetido a lo largo de la historia: las dos guerras mundiales del siglo pasado
fueron, en esencia, disputas económicas, y una de sus causas principales fue la
competencia por el sometimiento de las colonias del hemisferio sur. Las
lecturas de estas confrontaciones mundiales se pueden interpretar que éstas se
debieron a la disputa de la posición de poder económico sobre otros países. A
principios de siglo pasado, el poder económico aún no estaba totalmente
centralizado. El surgimiento de las naciones puede interpretarse como una
balcanización de ese poder; luego este se concentró por sobre todas ellas, que
es lo que hoy esta sucediendo.
Entre los
hechos más relevantes figura que dos de los países que han logrado un
desarrollo industrial importante —Rusia y China— se han enfrentado al sistema
unipolar representado por Estados Unidos y Europa. Frente al mundo unipolar los
líderes de los BRICS han puesto en marcha una experiencia de gobierno centrada
en respetar los patrones de intereses de sus habitantes, es decir, en limitar
la distorsión que la autonomía del capital ejerce sobre los individuos. Esta
nueva arquitectura multilateral no borra las características propias de cada
nación; por el contrario, busca constituir economías complementarias en las que
las capacidades de cada pueblo se multiplican supliendo las necesidades de los otros.
En el plano cultural, se reivindican las particularidades de cada sociedad en
beneficio colectivo, enriqueciendo así el patrimonio común de la humanidad.
Esto contrasta con el extractivismo epistémico denunciado por Boaventura de
Sousa.
La experiencia
rusa comenzó tras la asunción de Vladímir Putin en 2000, luego de la mala
experiencia de la caída del Muro en 1989, cuando el sistema soviético se
adhirió plenamente al capitalismo unipolar, o mejor dicho fue capturado por el
mismo. El fenómeno chino es distinto: desde la Revolución de 1949 estuvo casi
aislado y marcó profundas diferencias con respecto al sistema soviético. Con la visita de Henry Kissinger en el año
1971 se levantaron las sanciones se permitieron las transacciones y se inicia
así un un intercambio comercial con EE.UU.
Los
estadounidenses buscaban utilizar a China para debilitar a Rusia, que dieciocho
años más tarde caería por su propio peso. Nada salió como se esperaba.
El fenómeno
chino es un tema de discusión, muchos hablan de un “capitalismo de estado” otro
de que es un “socialismo capitalista”, todo este intento de encasillar el
sistema chino obedece a una mirada con una perspectiva occidental. Desde la
cual no es comprensible.
Diez años
después, desde la asunción de Putin, Rusia volvió a convertirse en un escollo
para los intereses financieros radicados en Estados Unidos y Europa occidental.
Lo mismo ocurrió con China en los últimos veinte años, al transformarse en
referencia internacional para la fabricación de mercaderías generando un
intercambio comercial por fuera de los intereses financieros concentrados.
En este
momento histórico, la estrategia de los BRICS no es confrontar con los países
del bloque occidental, sino que estos se despeguen de la influencia del
supra-poder económico-financiero que se erige por encima de las naciones y
puedan llevar adelante una política económica que no se contraponga a los
intereses de sus habitantes.
El bloque
industrial más desarrollado de occidente es el que genera el sistema financiero
internacional, cuyo exponente más conocido es el FMI, al mismo tiempo
desarrolló su poder armamentístico. Son las mismas potencias (a las que en el
siglo XX se suma EE:UU) que impusieron la división internacional del trabajo
asignando a las colonias el papel de proveedoras de materias primas, mientras
ellas se especializaban en la producción de manufacturas y productos industriales.
Esta relación se consolidó mediante tratados comerciales desiguales, el uso de
la fuerza y el control político y económico sobre los territorios colonizados. El
llamado valor agregado quedaba en las metrópolis, pero no en manos de los
trabajadores de las fábricas, sino de los dueños de las empresas.
La Europa
occidental colonialista y los blancos de Estados Unidos se sienten
“supremacistas” y miran con desprecio a los inmigrantes; ignoran totalmente la historia
y desconocen que su bienestar descansa sobre el saqueo colonial que practicaron
sobre los países del sur, saqueo que genero las condiciones para que hoy
sucedan las migraciones masivas hacia las naciones industrializadas.
El avance de
la ciencia y la técnica —lo que se denomina tecnofeudalismo— ha provocado una
interconexión global sin precedentes. Por ello, la información es decisiva:
determina, en gran medida, la conducta de las personas.
Hace apenas
setenta años apareció la televisión; la comunicación satelital móvil se
masificó en los últimos veinte. Aún no podemos dimensionar su impacto, pero sí
afirmar que, en un primer momento, todos estos adelantos fueron aprovechados
por el mundo occidental, es decir, por el capitalismo financiero, que alcanzó
su punto máximo tras la caída del Muro de Berlín en 1989. Pocos años después se
publicó “El fin de la historia” de Fukuyama, obra que reflejaba el optimismo de
Occidente y que Carlos Saúl Menem, presidente argentino, asumió como verdad
absoluta, creyendo que toda alternativa al capitalismo occidental había quedado
atrás; por tal razón retomó las ideas de Alsogaray.
Hoy la
batalla se libra en los medios. Tal es así que, más allá de que algunas aplicaciones
—con orientación pro-occidental— critican cualquier intento de autonomía. También
son utilizadas por quienes difunden una alternativa al sistema. El criterio es
simple: los medios obedecen a quien los maneja o, mejor dicho, a quienes hacen
uso de ellos. Esta es la teoría de Toni Negri, filósofo comunista italiano que
estuvo detenido por su militancia. Negri sostiene que, pese al carácter
perjudicial de los medios masivos virtuales de comunicación, principalmente los
móviles, la multitud tomará los mismos y los utilizará para sus fines. El
principio de Negri es una traslación de la teoría comunista, esto es: la clase
trabajadora se apropia de los medios de producción que están en manos de los
burgueses capitalistas; en este caso sería de las aplicaciones en los celulares
pertenecientes al capitalismo occidental.
Siguiendo la
teoría de Negri podemos decir que las multinacionales hacen algo similar: Se apoderan
de los movimientos que se generan por rechazo a sus políticas, por ejemplo, la
lucha por el equilibrio ecológico lo apoyan de manera encubierta manifestando que
es por culpa de la humanidad en la utilización del desarrollo tecnológico.
Ocultando así la responsabilidad que el cabe al desarrollo industria
concentrado y sin control. También apoyan a los movimientos de izquierda que tienen
posiciones controvertidas con gobiernos que se enfrentan al imperialismo. A los
pueblos originarios los presentan como una reserva histórico-cultural que hay
que conservar en su lugar y los relegan a una atracción turística.
El sistema publicitario en función de la meritocracia
En el sistema
occidental la publicidad apunta principalmente a cuatro puntos de la persona: 1)Intensifica
el deseo y la insatisfacción permanentes a
través de la creación de carencias simbólicas, incentivando a la
adquisición del producto que lo representa; 2) Promueve un modelo de vida
consumista y aspiracional: cuanto más se posea, más valdrá el individuo; 3) La imagen
y la juventud infinita es un estándar corporal y estético; ejemplifica el
modelo hedonista-físico: cuerpo perfecto, belleza eterna, bienestar
instantáneo; 4) El rendimiento y la competitividad: vende herramientas para ser
“más eficiente, más rápido, más exitoso”; propone el modelo
meritocrático-funcional: tu valor depende de tu productividad y tu marca
personal. La individualidad y la autenticidad de marca: ofrece productos que “te
definen” y “te diferencian”; construye el modelo individualista-fetiche: la
identidad se construye comprando signos distintivos.
Todas estas
consideraciones no significan que debamos dejar de lado los recursos que nos
brindan los adelantos tecnológicos para comunicarnos y difundir la cultura . La
trascendencia de un saber es en función del bienestar colectivo.
Así vemos
cómo este sistema, que comenzó con la modernidad en los siglos XVI y XVII, tomó
de lo anterior todo lo que le serbia y, con la ciencia y la técnica, fue
perfeccionando su accionar hasta llegar a nuestros días. En las sociedades más
afectadas, se ha instalado una vida virtual distanciada de la que fue, durante
siglos, una convivencia basada en la proximidad con el prójimo.
El mundo multipolar deberá tener
como principio contener las singularidades culturales de cada pueblo dentro de
lo que es un intercambio complementario e igualitario. Esto hará que muchos de
nosotros recuperemos un modo de vida acorde con la naturaleza y el prójimo.
#MundoUnipolar #BRICS #IntercambioIgualitario


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